Es habitual referirse o calificar a los electrodomésticos de un hogar mediante este tipo de etiquetas. Suelen aparecer en los productos más conocidos (como son lavavajillas, secadora, lavadora, etc…) y aportan información relevante del aparato de que se trate.

En concreto, la etiqueta energética es una pequeña hoja de información que se organiza en letras que pueden abarcar de la A hasta la G, e indica el nivel de eficiencia en términos de consumo energético del electrodoméstico en el que está adherida.

¿Para qué sirve la etiqueta energética?

Con el uso de esta etiqueta se busca propiciar el ahorro energético mediante el uso responsable de los electrodomésticos, poniendo al servicio del consumidor una información útil para adquirir aparatos que consuman menos energía, resultando en un beneficio para su bolsillo y para el medioambiente.

Es por ello que cuanto más eficiente es un artículo mayor calificación obtendrá dentro de la escala de eficiencia energética y esto se reflejará en la etiqueta. Las etiquetas energéticas más recientes incluyen diferentes niveles de eficiencia para la clasificación A: el A+, A++ y A+++, siendo A+++ el nivel energético más eficiente de un electrodoméstico.

Además de la clasificación que hemos indicado anteriormente, también podemos encontrar información relevante referida al nombre del fabricante del producto, el modelo del mismo o el consumo anual de energía, expresado en kW. En cuanto a los productos que ofrecen iluminación (como bombillas, fuentes de luz, etc…) suelen mostrar información acerca de los kWh consumidos cada 1000 horas.

En la Unión Europea los siguientes electrodomésticos deben llevar la etiqueta incorporada de manera obligatoria: lavadoras y secadoras, lavavajillas, frigoríficos y congeladores, fuentes de luz en el hogar y hornos eléctricos.

Por último, cabe destacar que esta etiqueta informativa debe estar perfectamente visible para el consumidor en el electrodoméstico.