Negociación de bonos de carbono

La concienciación sobre el medioambiente y el impacto que en él tiene las acciones de las instituciones, son de relevante importancia en los tiempos que corren. De ahí que los bonos de carbono surjan como una gran opción para la reducción de gases contaminantes.

¿Por qué surge el mercado de bonos de carbono?

El Protocolo de Kioto fue de suma importancia para que dichas acciones se llevaran a cabo por parte de las empresas. En él, las empresas que formaran parte de países industrializados, estaban obligadas a controlar los gases que sus procesos productivos expulsaban al exterior.

De tal modo, el gas más llamativo es el que viene atormentando de hace tiempo a las organizaciones y a los países por su contaminación: el dióxido de carbono. Tanto es así, que las empresas tienen limitado el CO2 que pueden emitir a la atmósfera.

Es por ello que surgen los créditos de carbono. Estos productos representan una tonelada de dióxido de carbono que se puede emitir a la atmósfera. Al mismo tiempo, ya que se contribuye a que haya menos gases nocivos en el espacio, un Certificado de Emisiones Reducidas (CER) equivaldría a un bono de carbono; o lo que es lo mismo: un CER equivale a una tonelada de dióxido de carbono.

Los Certificados de Emisiones Reducidas son otorgados a proyectos verdes capaces de contrarrestar el efecto negativo del calentamiento global o del medioambiente. Estos proyectos son los encargados de capturar el CO2 del medio ambiente y reutilizarlo o darle un uso particular para que no contamine la atmósfera.

Entre los diferentes proyectos verdes que se pueden realizar, la empresa actuará sobre uno o varios en concreto. Tras dedicar tiempo y esfuerzo, obtendrá un CER por su aportación positiva al medio ambiente. Dichos proyectos son los conocidos como reforestación, uso eficiente de procesos productivos que reduzcan las emisiones, etc.

¿Cómo se negocian los bonos de carbono?

Las empresas tienen un máximo de emisión dependiendo de la empresa que sea. Así, grandes empresas tienen más posibilidades de emisión que otras, dependiendo también de los proyectos en los que esté involucrada.

De igual forma, si una empresa voluntariamente empieza a realizar sus acometidos, obtendrá bonos de carbono. Recordemos que los bonos los conseguirá por cada proyecto verde en el que esté involucrada. Por cada proyecto que ayude a restar el efecto del calentamiento global o impactos negativos del medioambiente, la empresa obtendrá un CER.

Imaginemos ahora que la empresa solo ha necesitado usar un derecho de emisión (solo ha emitido una tonelada de CO2) y que tenía en su posesión 2 CERs. En este caso, la empresa que tiene un bono de más podrá comercializarlo en el mercado de bonos de carbono.

En dicho mercado, las empresas que necesiten emitir más CO2 de lo permitido podrán hacerse con un Certificado de Emisiones Reducidas que abale la posibilidad de expulsar dicha cantidad. Dicho CER podrá ser adquirido a aquellas empresas que no les sirva su bono para la actividad que realice. En el ejemplo anterior, la empresa que tenía en su posesión 2 CERs pasará a usar solo uno y vender el otro a la empresa necesitada.

Esta es una buena forma de deshacerse de bonos que no sirvan a las empresas y ceder el derecho a las empresas que sí lo necesiten. No obstante, en el mercado de bonos de carbono, las empresas deberán de pagar un precio monetario por la tonelada de dióxido que va a poder emitir. Dicho precio monetario será el fijado por el mercado o por la propia empresa que le cede el derecho.

De esta forma, se intenta que el Protocolo de Kioto tenga más efectividad. Las empresas que sí cumplen con las emisiones serán recompensadas económicamente (pudiendo vender sus bonos de carbono), y las empresas que expulsan más de lo permitido serán «multadas» teniendo que comprar dichos bonos.