El concepto de brecha digital está en evolución, sobre todo en los últimos tiempos en los que la tecnología se ha impuesto de manera abrupta en todos los rincones de la sociedad (o al menos las desarrolladas).

Cuando hablamos de brecha digital nos referimos a la separación existente entre aquellas personas que usan o saben cómo usar las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs) de aquellas que no saben usarlas.

Cada vez se intenta que la brecha sea menor, pues las TICs son muy necesarias en el día a día de las personas actualmente: hemos convertido en casi una necesidad el uso de las TICs para poder llevar a cabo nuestras labores diarias o simplemente sobrevivir, convirtiéndose en un motor fundamental de la economía. No obstante, dos terceras partes de las personas que viven en el planeta no tienen acceso a la tecnología (según la Unión Internacional de Comunicaciones, UIC).

Consecuencias de la brecha digital

El hecho de que no se pueda ofrecer a todos las mismas posibilidades de conexión al mundo de las TICs -lo que desemboca en la brecha digital- supone un grave problema social.

La falta de conexión establece desigualdad entre aquellas personas que sí tienen acceso y aquellas que no, impidiendo a éstas últimas acceder a las mismas oportunidades. Esto puede llevar a la aparición de problemas como la brecha salarial: encontrar trabajo, formación por medio de estas plataformas, acceso a información reciente, acceso a bienes culturales, etc., no es posible en caso de que no exista dicha posibilidad de conexión.

Los gobiernos y asociaciones involucradas son conscientes de la situación en la que se encuentran, y son muchos los proyectos o acciones que se emprenden y estudian para poder paliar esta situación y poder llevar a cabo un necesario proceso de adaptación digital.