Cuando existe un autoseguro estamos hablando de un «seguro» que usa recursos propios para poder cubrir los costos que se suceden de un siniestro. En este caso, la persona o empresa encargada asume las consecuencias de los riesgos a los que se está expuesto.

Es el caso contrario a la adquisición de una póliza, en la que los riesgos son derivados de un tercero que lo cubre una aseguradora.

Obviamente, para que un autoseguro pueda funcionar, es necesario contar con un fondo especial que tenga la capacidad financiera suficiente para cubrir los gastos que se pueden llegar a originar. Los recursos de los que hablamos y que deben componer el fondo, deben ser totalmente líquidos (o lo más líquido posible) para que así se puedan disponer de la manera más rápida posible.

Este tipo de fondos está destinado para los eventos fortuitos y los gastos no corrientes que puedan surgir. Por otro lado, es importante que este fondo pueda anticipar gastos máximos que exige un siniestro, calculando previamente la cantidad necesaria para servir como fondo.

También se deben tener en cuenta para el cálculo la ocurrencia del suceso y las características de la persona o empresa que asegura dicho fondo.

Por otro lado, entre los aspectos más relevantes del autoseguro podemos encontrar lo siguiente:

  • Gastos eventuales o repentinos. Si se invierte para poder tener un seguro digno para cubrir necesidades de personas o compañías, podemos indicar que se trata más de un ahorro que de un gasto. No obstante, si el número de accidente o infortunios es constante y con bastante regularidad, tendremos que contratar una póliza en su defecto.
  • Capital inmovilizado. Se trata de recursos que no podremos utilizar porque tendremos que invertirlo en el fondo.
  • Necesidad de tener que controlar. El dinero que se destina al autoseguro deberá ser vigilado y administrado, lo que llevaría tiempo y recursos para ello.