Test de conveniencia y test de idoneidad

Vamos a comentar el concepto que refiere a dos test que tienen relación entre ellos. El test de idoneidad y el de conveniencia hacen referencia a la evaluación sobre determinados aspectos en situaciones del perfil de un inversor en mercados financieros. Te contamos cada uno de ellos.

¿Qué es el Test de idoneidad?

El Test de idoneidad es un test en el que se contrasta los objetivos de la inversión, la situación financiera y los conocimientos que se tienen sobre mercados financieros de un determinado inversor. Gracias a este test, podemos conocer el perfil de riesgo de dicho inversor.

Normalmente, dicho documento es exigido a clientes minoristas: aquellas personas a las que se le pretende ofrecer un servicio de asesoramiento financiero. Dicho test nos arrojará el perfil de riesgo del inversor.

Este perfil nos ofrece información sobre el grado de aversión al riesgo de la persona encuestada en relación a los productos o servicios financieros que desee. El perfil podrá ser usado para determinar el grado de riesgo que se está dispuesto a asumir en la empresa, y se suele clasificar de la siguiente manera: perfil conservador (inversor de bajo riesgo); perfil moderado (inversor de riesgo medio); perfil arriesgado (inversor audaz o de alto riesgo).

Obviamente, la entidad que se ha encargado de conocer el perfil del usuario no ofrecerá productos a clientes que no corresponden: no ofrecerá una inversión de alto riesgo a una persona de perfil conservador. Por eso el principal objetivo del test de idoneidad es poder evitar que un cliente contrate un producto que no sabe cómo funciona, no sabe qué es o no es consciente de los riesgos que conlleva contratarlo.

¿Y el Test de conveniencia?

El Test de conveniencia también se trata de un documento en forma de test en el que se evalúan principalmente los conocimientos y la experiencia que tiene un determinado inversor de los mercados financieros. Gracias a este test podemos establecer relaciones sobre los productos que podemos ofrecer a determinados grupos de clientes, y cuáles no deberíamos.

Al igual que el test anterior, el de conveniencia también es recomendable requerirlo a los clientes minoristas que vayan a contratar productos financieros de determinada dificultad. También es recomendable realizar este test cuando no exista dificultad en el producto, pero la iniciativa de ofrecer el producto es por la entidad. En concreto, se evalúa: los conocimientos que tenga el inversor sobre los mercados financieros (titulaciones o cursos que haya realizado al respecto); y la experiencia previa que haya tenido manejando estos productos.

Cuando hablamos de productos complejos hacemos referencia al riesgo de pérdida económica que lleva asociado en el caso que se gestione mal. Para ello, se tienen en cuenta el riesgo de crédito, de liquidez o mercado.

Diferencia entre test de idoneidad y test de conveniencia

Quizá la dude salte sobre qué diferencia hay entre los dos, y como hemos visto hay algunas diferencias notorias entre el análisis de ambos perfiles. De todas formas, vamos a comentar las más relevantes:

Productos y servicios

  • Test de idoneidad: se usa para ofrecer ayuda mediante un asesoramiento personalizado y ayudar a la gestión de carteras.
  • Test de conveniencia: para productos complejos (renta fija con estructura, deuda subordinada preferente…) y no complejos cuya iniciativa de contratación es por parte de la entidad.

¿Qué preguntas hacen?

  • Test de idoneidad: preguntan sobre los objetivos de la inversión del cliente, su situación financiera y los conocimientos y experiencia financiera que tenga.
  • Test de conveniencia: experiencia que ha tenido previamente como inversor e información que tenga sobre mercados financieros.

Finalidad

  • Test de idoneidad: conocer el perfil de riesgo del cliente (conservador, moderado o arriesgado).
  • Test de conveniencia: distinguir determinados productos que son y no convenientes para un cliente.

Estas son las características del test de idoneidad y de conveniencia, y para qué se utilizan. De esta forma, se puede valorar a los clientes y sus conocimientos con el objetivo de que no contraten productos que precisan cierta cultura financiera para entenderlos.