Las tarjetas de crédito son tarjetas de plástico compuestas por una banda magnética o un microchip y que constituyen una forma de financiación que permite a los titulares de las tarjetas pagar por productos o servicios sin necesidad de disponer de dinero en efecto o cheques. Pueden ser emitidas por una entidad bancaria o financiera, una tienda o un proveedor de servicios y tienen la capacidad de prestar dinero al titular con el fin de que este devuelva dicha cantidad en un plazo de 30 días sin interés. Si al finalizar el mes estipulado, el titular no paga el préstamo, la entidad emisora de la tarjeta podría cobrar un alto porcentaje de interés al usuario de la tarjeta.

A diferencia de las tarjetas de débito, un usuario puede realizar pagos u obtener dinero con una tarjeta de crédito sin necesidad de tener fondos en su cuenta corriente del banco en el momento de las transacciones. Asimismo, es importante tener en cuenta que existe un límite de crédito que queda especificado en el contrato de la tarjeta, aunque puede variar con el tiempo con el consentimiento tanto de la entidad financiera emisora como del titular de la tarjeta.

Se contemplan dos modalidades de pago de las tarjetas de crédito: el pago mensual por la totalidad (es decir, los gatos realizados se abonan cada 30 días) y el pago aplazado (o «cuota flexible», en la que la cantidad mensual es más reducida y permite al usuario financiar sus compras durante los meses que se acuerden con la entidad emisora). Finalmente, y para entender mejor este concepto de contabilidad, es esencial saber que nunca se deberá usar una tarjeta de crédito para sacar dinero de un cajero, a no ser que se produzca una situación de fuerza mayor.

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